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Dama Oscura
Llegue a una edad donde des-enamorarme ya no duele tanto como lo es pagar mis deudas.
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martes, 23 de junio de 2020

Perro del hortelano

- ¿Cuanto tiempo lo supiste? - pregunto Cesar intrigado por la historia que le había contado respecto a Gilberto, mientras me llevaba a mi casa en su moto.
- Hace varios días esta actuando extraño conmigo, yo no sabía porque, hasta ayer, que leí sus conversaciones.
- ¿Y por ese tipo no salías conmigo?
- Ni contigo, ni con nadie.
Llegamos a mi casa.
- ¿Salimos otro día?
- Lo voy a pensar, mira, no me siento de ánimo de salir con alguien más.
- Venga, ¿te vas a poner así por ese idiota?
Mire a Cesar con tristeza.
- Bah! Todo estará bien, ya verás.
Me abrazo.
- Gracias por pasar por mi hoy.
- Cuando quieras, si deseas le puedo dar unos golpes.
Sonreí.
- No es necesario, pero si pasa algo te llamo.
Los siguientes días, vi a Carmela, la mujer de Gilberto, ir al local a dejar comida para él, yo empecé a sumirme en depresión. Había pensado en cambiar de trabajo.
Una tía fué a mi casa, la encontré comiendo con mi madre.
- Hola hija, ¿cómo estás?
- Cansada - murmuré - odio mi trabajo - me apreté los ojos.
- A ver tu mano.
Estiré mi mano.
- Tienes las marcas de, la hechiceria, la videncia y la protección de los dioses.
Retiré mi mano y la miré.
- No entiendo.
- ¿Ya fuiste con tu tía abuela?
- Si.
- ¿Que dijo?
- Me dijo muchas cosas de mi futuro, pero no creo que ocurra, o sea, mira como estoy, soy madre soltera, dando manotazos de ahogado para poder solventarme y apoyar en la casa, me siento una futilidad.
- Mira hija, consigue una baraja del tarot, ese es tu destino.
- No me quiero meter en esas cosas, mira como terminó mi primo.
- Tu primo se metió con fuerzas que no pudo resistir y se dejó vencer, si tu eres cuidadosa, todo estará bien.
- Está bien, haremos esto - murmuré - si existen más dioses a demás del todo poderoso, que me den una señal.
- Tienes que especificar que clase de señal.
- Antes de que termine el mes, me quiero encontrar cincuenta soles en la calle, quiero que sea en un lugar público, donde cualquier podría tomarlo pero que no lo agarren, que sea algo que yo pueda reconocer, si me encuentro eso en la calle, sabré que hay otros dioses y que me están dando una señal para cambiarme a esta área, es más, utilizaré ese dinero para comprar mi primera baraja de tarot.
- Los dioses escucharán tu pedido.
- Tía, no existe ningún dios, de existir alguno, yo no estaría en esta situación.
- Una señal haz pedido, una señal tendrás - dijo ella firmemente.
Faltaban diez días para que termine el mes.
Yo practicaba algunos rituales de magia, que había aprendido estando en la zona rural.
Detestaba mi situación, necesitaba un cambio.
Me olvidé de mi conversación con mi tía Sara, pasaron cinco días, me llamó un amigo cuando estaba en el trabajo.
- ¿¡Alo!?
- ¿Nina?
- Si, ella misma.
- ¿Cómo estás? Soy Alberto.
- ¿Alberto?
- Nos conocimos hace como ocho año, te daba clases de Guitarra.
- ¡¡Beto!!
Dije sonriente.
En ese momento apareció nuevamente Carmela a hacer su visita diaria a Gilberto.
- ¿Cuanto tiempo? ¿Estas en Iquitos?
- Llegué ayer, dime dónde estás, pasaré por ti.
- Esperame un momento.
Me acerque a mi jefe.
- Disculpe señor.
- Si Nina, tienes la tarde libre - dijo sin esperar a que yo dijese algo.
- Gracias - respondí feliz.
- ¿Alo? Mira, esta es la dirección de mi trabajo, ¿puedes pasar por mi?
- Vamos te invito a almorzar, llego en una hora.
- Claro yo te espero aquí.
Carmela se sentó al lado de Gilberto mientras murmuraban, yo tenía un excelente oído, los escuchaba hablar de mi, ella preguntaba sobre mi, él le decía que empecé a salir con varios chicos, que nunca se imaginó que yo fuera una "rapidita".
Carmela, ese día se quedó a esperar quien aparecía en el local por mí.
Todos los trabajadores y mi jefe esperaron expectantes a ver quien pasaría por mi, incluso retrasaron su hora del almuerzo para quedarse a mirar quien pasaba por mi.
Alberto era un sujeto de 1.89, si se lo están preguntando, todos los hombres y mujeres que conozco son terriblemente más altos que yo, que mido 1.44, Alberto llegó al local, se paró en la entrada, estaba mucho más musculoso de lo que recordaba la última vez que lo vi, tomé mi cartera y caminé hacia él levantando la voz intencionalmente.
- Beto querido - dije abriendo los brazos.
Alberto me tomó de la cintura y me abrazó dando una vuelta sobre sí.
- Mirate Nina, sigues como un alfeñique.
Nota: Alfeñique es un dulce en forma de palito delgado.
- Señor, regreso mañana.
- Ve con cuidado Nina, respondió.
Sabía que Carmela estaba mirando, sabía que Gilberto estaba mirando, yo no me iba a dejar que esos dos se burlen de mi dolor, sabía que lo hacían.
- ¿Vamos a comer por el boulevard? - dije colgándome de su brazo.
- A donde tu quieras preciosa, hoy día soy todo tuyo.
Salimos del local.
Caminamos un poco hasta que me aseguré que estábamos lo suficientemente lejos de la imprenta.
- No quiero caminar.
- Por aquí hay un restaurante.
- Te veo diferente - dije en broma.
- En capataz me hizo trabajar como esclavo, levantando troncos.
- ¿Dónde estuviste?
- Me fuí al monte a trabajar con un extractor de madera, me tenían de peón.
- Eso explica tu cambio.
- No te creas, al principio terminaba el día con dolor en todo el cuerpo.
- ¿Y tu mujer?
- De eso quería hablarte, mira aquí es - entramos a un restaurante, nos sentamos - mira, la noto muy extraña, ella, ha cambiado conmigo, está más enojada.
- Yo sabía que tu invitación no era sólo por que querías verme.
- Vamos Nina, eres la única con la que puedo hablar de esto sin que me juzgue.
- Si sabes que probablemente sea todo tu culpa, ¿no?
- Si, yo sé, mira el asunto es así...
Alberto me conto la problemática que tenía, mientras almorzamos, terminamos de almorzar y el seguía contándome.
- Vamos al Boulevard a conversar - dije interrumpiendo.
Salimos del local, caminamos hasta el boulevard, nos sentamos en una de las bancas a conversar y me terminó de contar su historia, yo le dí los consejos que consideré pertinente, empezaba a ocultarse el sol.
- Vamos por helados - dijo él.
Sonreí.
- Me encantan los helados.
- Ya lo sé, cualquiera te compra con helados.
Caminamos hasta una heladería cercana, Alberto me contó de otras cosas y yo lo escuchaba.
Salimos de la heladería y caminamos hasta la plaza de armas.
Estaba hablándome de otras cosas cuando noté algo extraño en medio de la plaza a lo lejos, era de color rojo, todos estaban pateándolo, yo tomé a Alberto del brazo y lo dirigí hasta donde estaba lo que en principio me parecía una decoración para pelo, todo el mundo lo pateaba y pisaba sin prestar atención, me paré delante del objeto, solté a Alberto y levanté lo que me había llamado la atención, lo que parecía un carmín para pelo rojo, era en realidad un monedero peludo, lo abrí, adentro encontré una llave... y un único billete de cincuenta soles.
Toda mi vida pasó por delante de mis ojos, me quedé helada.
- No puede ser - murmuré.
- ¿Qué pasa? - pregunto Alberto - ¿Qué es eso?
- Debe ser un sueño.
Alberto me pellizco, lo miré.
- Mira - murmuré.
- ¡Vamos a comer pollo!
- No podemos - murmuré.
Entonces le conté la conversación que tuve con mi tía días atrás.
- Nina, entonces... tu crees...
- No me moveré de aquí, esto pertenece a alguien, debo devolverlo.
Estuvimos ahi, parados por dos horas, conversando, sin que nadie llegue, ni una señal de alguien buscando algo perdido, la gente pasaba y repasaba...
- Ya son las ocho Nina, debo llevarte a casa.
- Vamos a una librería.
Nos fuimos a una librería, la vendedora me mostró seis Barajas diferentes, Escogí un tarot Marsella, con el vuelto compre una tira cómica y se la regale a Alberto.
Desde ese día empecé a practicar la lectura del tarot.
En la imprenta, Carmela dejó de ir al local desee ese día, por varias semanas.
Un día Gilberto se acercó a mi.
- ¿Podemos salir hoy?
- Lo miré de pies a cabeza.
- Quiero un Banana Split de la Muyuna.
- Lo que tu quieras.
Salimos del local ese día a la heladería.
- Dime, ¿Que quieres decirme?
- Quiero disculparme, por todo el daño que te hice, estas semanas que pasaron, que volví con Carmela, me di cuenta de sus reales intereses al volver conmigo, yo te dejé porque pensé que podría estar bien, con mi familia, yo me equivoqué.
- Gilberto, no te entiendo.
- Carmela me demostró que solo fingió todo este tiempo querer rehacer nuestra familia, ella en realidad, solo quería alejarme de ti.
- Comprendo - murmuré.
- Yo quería pedirte que me des otra oportunidad.
- Ains, mira Gilberto, no existe nada en este mundo que me haría cambiar de decisión.
- ¿Como?
- La traición, es traición, el dia que yo perdone una traición,  me perderé a mi misma.
- No volverá a ocurrir.
- Gilberto - sonreí - tú me traicionaste con ella, tenías que tomar una sencilla decisión y la escogiste a ella, hay oportunidades en esta vida que se dan una sola vez - dije con firmeza - yo soy una de esas oportunidades.
- Nina por favor, yo te amo.
- No Gilberto, tu no me amas, tu lo que quieres es demostrarle a tu ex que puedes estar con la mujer que te de la gana, tienes que buscar otra, conmigo no cuentes.
- ¿¡Eso es lo que quieres!? ¿¡Andar con uno y con otro como una mujerzuela!? ¡Estar en la boca de todos!
Me levante, agarre mi helado y lo vacié sobre si cabeza.
- Lo que haga en mi vida privada, mientras sea soltera, es asunto mío, si me quiero follar a un hombre cada día, es asunto mío y ni tu, ni ningún otro imbécil va a juzgarme porque antes de eso hago que se coma su lengua.
El me miraba enfurecido, estaba con la cara roja de la furia que sentía en ese momento.
Agarre mi cartera para salir del local, el me tomo del brazo.
- ¿A donde vas?
- ¡Sueltame! - grite.
Un señor que estaba en otra mesa se paró.
- Necesita ayuda señorita.
- Me quiero ir a mi casa y no me deja.
- Sueltela joven.
- ¡No te metas en lo que no te importa!
- Dije - agrego sujetándolo del hombro - que la suelte.
Gilberto me soltó.
- ¡Igual nos veremos mañana! - gritó mientras yo salía del local y a él lo retenían en su asiento.
Al día siguiente fuí al trabajo, Gilberto estaba ahí, mirándome enfurecido.
No haría nada en el local, seguro que espera a que sea la salida.
Le escribí a Cesar para que pase por mí esa noche.
Cuando anocheció, Gilberto empezó a dar vueltas alrededor de mí.
Cesar apareció en el local y Gilberto se volvió a su computadora.
Me acerqué a mi jefe y le dije que ya no volvería al día siguiente, que ese era mi ultimo día.
- ¿Por qué?
Mire a mi jefe sin saber que hacer o decir.
- Disculpe, señor, pero es un tema de mi vida privada y la verdad yo soy recelosa con respecto a mi vida privada.
- Esta bien gatita, espero que te vaya bien, en lo que sea que hagas a partir de ahora.
- Muchas gracias señor, gracias por permitirme trabajar con usted todo este tiempo.
Salí del local con Cesar, mi jefe se acercó a conversar con Gilberto sobre mi decisión y preguntarle si el sabía porque me iba.
No volví a la imprenta en varios meses.
No volví a ver a Gilberto en un par de años.

Dama Oscura

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